jueves, 15 de enero de 2015

Tiempos verbales y el cuento


Si bien hemos aprendido que los tiempos verbales expresan hechos pasados, presentes y futuros, ya en la década del sesenta comenzó a discutirse esta cuestión.

A tal punto se revisó este tema que se llegó a la conclusión de que “los tiempos verbales no expresan tiempo sino que indican la orientación lingüística del hablante ante el mundo” (1).

¿Qué significaría eso entonces?

Significa que ese tiempo físico reflejado tan fielmente en nuestros relojes  tiene poco que ver con los tiempos verbales que tal vez fueron causa de aburrimiento en muchas clases de lengua. Veamos un ejemplo cotidiano al respecto: alguien está realizando una caminata de rutina por la plaza del barrio, un conocido se le acerca a saludarlo y el primero agrega: “no sabés lo que caminé hoy” mientras continúa prontamente con su ejercicio.

Dado que la acción de caminar es simultánea a la de la enunciación (de hecho queda actualizado con el adverbio “hoy”) ¿por qué sin embargo se utilizó el tiempo verbal en pretérito perfecto simple que connota una acción realizada y terminada en el pasado?

Este simple hecho corrobora lo dicho al principio: la temporalidad de nuestra existencia física no siempre queda en total correspondencia con los tiempos verbales o acaso ¿no hemos leído muchas historias de hechos que ocurrieron en el pasado y sin embargo hacer uso del tiempo presente?

Así, el estudio de este tipo de cuestiones dio lugar a dos formas de contenido: el llamado “mundo comentado”, por un lado, y “el mundo narrado” por el otro. El primero exige un comportamiento más subjetivo e inmediato y es por eso que posee una mayor relación con el tiempo presente. Aquí podríamos ubicar géneros discursivos como la lírica, el drama, la biografía, la crítica, el ensayo filosófico, etc.

En cambio, el “mundo narrado” refleja más bien una situación comunicativa que supone distancia y, por lo tanto, un comportamiento más objetivo y por eso más vinculado al pretérito. Aquí podrían concebirse el cuento y al novela haciendo la salvedad de que habría que extraer las partes dialogadas (que teóricamente cabrían en el antes mencionado “mundo comentado”).

Por consiguiente, debemos enfatizar que la lengua marca, en este punto, una información relativa a dos tipos de conducta (la del comentario y la de la narración) a partir de dos grupos de tiempos verbales que podría sistematizarse así:


TIEMPOS VERBALES DEL MUNDO DISCURSIVO COMENTADO
TIEMPOS VERBALES DEL MUNDO DISCURSIVO NARRADO
Presente (“vivo”)
Pret. Perf. Comp. (“he vivido”)
Futuro (“Habré vivido”/ “viviré”/ “voy a vivir”)
Frase (“Estar viviendo”)
 
 
 
Pret. perf. simple (“vivió”)
Pret. imperf. (“vivía”)
 
“había vivido”/ “iba a vivir/ “acababa de vivir”/ “hubo vivido”
 
Se relacionan con el devenir
Mantienen separados al narrador del devenir de los hechos

 

La realidad (y el uso) hacen que este esquemático cuadro pueda ser cuestionado ya que de hecho, cuando un historiador señala que “Rosas recibe las Facultades Extraordinarias” está narrando acontecimientos de un pasado alejado en presente (tiempo de comentario). O bien, de otro modo, cuando una persona ingresa en una tienda si el vendedor pregunta “qué deseaba usted” está empleando el pretérito imperfecto de la narración cuando en verdad no está contando nada.

En ambos casos (y en muchos otros que no han sido mencionados) es factible que esa transgresión o apartamiento de la norma tiene que ver con un matiz estilístico o metafórico. En los ejemplos citados, el hecho de utilizar el presente histórico para referirse a un acontecimiento ocurrido en el siglo XIX cumple el efecto de situar al lector en un tiempo existencial como si estuviera pasando y, por lo tanto, crear mayor expectativa a tal punto de ponerlo en situación de tomar partido y evaluar el hecho (recordar que los tiempos del presente se relacionan con el mundo comentado y así con una mayor carga de subjetividad).

Por otro lado, cuando el vendedor utiliza el pretérito en una situación del devenir (que exigiría presente) lo hace con un matiz de cortesía, precisamente porque usando el pretérito le quita la inmediatez al diálogo y pone mayor distancia.

Hasta aquí tenemos la sensación que desde el punto de vista normativo queda todo felizmente explicado y justificado. Sin embargo, cuando de textos literarios se trata, sabremos que los tiempos no se ceñirán tan fácilmente al corsé de la teoría. De eso se trata el efecto estético: romper normas.

¿Qué se espera de los tiempos verbales en un cuento?

Siguiendo a Wenrich (2) en los cuentos se suelen distinguir acciones primarias y acciones secundarias. Las primarias son las que aparecen en un primer plano, generalmente en pretérito perfecto simple porque son las acciones que narran.

Las secundarias, por su parte, son las que se encuentran en un segundo plano o plano de fondo y suelen aparecer en proposiciones subordinadas o en pretérito imperfecto, tiempo verbal asociado al comentario.

Por ejemplo, en una oración del tipo “mientras pensaba ansiosamente en aquellos papeles y en su hijo, una sombra pronunció su nombre detrás de la pared” la acción de pensar está en un segundo plano frente a la de pronunciar el nombre.

Lo que hará permanentemente el narrador es poner en relieve las distintas acciones.

Sin embargo, es muy escuchado señalar que el pretérito imperfecto da la idea de una acción más duradera y la del perfecto simple, de una acción más puntual y concluida. Tal vez en el ejemplo anterior podríamos afirmar que esto es así, ya que la acción de pensar parece ser más larga e incluso interrumpida por la voz de la sombra.

Sin embargo, sabiendo que en la literatura todos los mecanismos de expresión se ponen al servicio de distintos efectos estilísticos, el uso de un imperfecto puede emplearse, según el contexto, para frenar una historia, crear demora, quebrar un relato, etc.

Y en este punto no hay que olvidar que la elección de un tiempo verbal tiene que ver también con el aspecto verbal: si las acciones son imperfectivas (la acción se mantiene y no necesita terminar para ser completa) como en ver, oír, saber o si son perfectivas (la acción no puede terminarse si no se completa) como en salir, morir, nacer. Las primeras se asocian necesariamente al imperfecto y las segundas, al perfecto simple.

El hecho del aspecto verbal es importante en la medida en que si el narrador dice: “Ignacio nació en Perú en el año 1825, cincuenta años después una batalla lo convertía en héroe”, según lo expuesto anteriormente, el nacimiento debería estar en el primer plano y la batalla, en el segundo. ¿Por qué? Porque nacer está en pretérito perfecto simple y convertir en pretérito imperfecto.

Sin embargo, que el narrador haya optado por esos tiempos verbales es porque el primer verbo es perfectivo y el segundo imperfectivo y exigen, siendo así, esos tipos de verbos.

En suma, el análisis de los tiempos verbales en un cuento moderno es bastante más complejo que la teoría. Lo que sí sabemos es que el narrador siempre cuenta con la libertad de usarlos a su criterio en función a un determinado efecto.

Si hubiera dicho que “(a Ignacio) una batalla lo convirtió en héroe” no estaría diciendo lo mismo, ya que aquí la acción parece ser más puntual, como si tuviera un efecto de dardo para el lector, suena como un hecho trascendental que le da otro relieve.

 

 

 1)      Anderson Imbert, “Teoría y técnica del cuento” (1979;288)

2)      Op. Cit. (1979; 290)

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